Por la Espiral
Claudia Luna Palencia
El Mediterráneo, siempre estratégico en el renglón geopolítico y geoeconómico, está condenado a padecer los peores estragos del cambio climático lo que implica, una peligrosa carambola dañina que afecta directamente a tres continentes –sur de Europa, norte de África y extremo occidental de Asia–bañados por las azuladas aguas.
En el pasado, bajo sus costas, se desarrollaron las mejores civilizaciones: desde la imponente cultura egipcia, hasta el mercantilismo de los fenicios, la cultura boyante helénica; los visionarios hebreos, los viajeros cartagineses hasta los poderosos romanos.
En pleno siglo XXI, el Mediterráneo está señalado como uno de los focos activos del cambio climático, toda la zona resentirá y para mal, los estragos de la subida de la temperatura global.
El cambio climático es irreversible, afirma António Guterres, titular de la Organización de las Naciones Unidas (ONU) y advierte que se ha llegado ya demasiado tarde para confrontar lo que es, el mayor desafío, para la vida de todos los seres vivos.
“Se trata de un código rojo para la Humanidad. Hay señales de alarma que son ensordecedoras y las pruebas son irrefutables: el umbral del calentamiento global acordado internacionalmente de 1.5 grados por encima de los niveles preindustriales está peligrosamente cerca”, advierte la cabeza de Naciones Unidas.
Ya no es algo que llegará algún día, quizá en 2030 o en 2050 o que tocará vivir a las nuevas generaciones, es simplemente un destino que ha terminado por alcanzar a todos los seres vivos.
A juicio del titular de la ONU, si bien lo que viene es ya irreversible hay forma de mitigar su impacto siempre y cuando, las economías se vuelvan inclusivas y verdes y se trabaje en pro de la prosperidad y de un aire más limpio.
El meollo es que, si el golpe de una pandemia inesperada como la del coronavirus ha desnudado los egoísmos imperantes simplemente para compartir vacunas, se pone sobre todo en duda que la cooperación mundial y el entendimiento pueda tener éxito –algún día– para afrontar todos juntos la toma de decisiones a fin de evitar que la subida de la temperatura de forma gradual termine poniendo a los seres humanos al borde de situaciones de supervivencia.
A COLACIÓN
Al mundo le aguardan extremos: o demasiado calor, o lluvia intensa, nevadas frenéticas, olas del tamaño de una pared, vientos huracanados o bien terremotos hasta en zonas en las que no son frecuentes su presencia.
Se trata de un código rojo, afirma el informe “Cambio climático: las bases científicas”, elaborado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés) formado por investigadores de una red de 195 países que han nutrido a Naciones Unidas, de una serie de documentos y artículos científicos en torno a cómo está dándose un impacto en serie en el clima, el medioambiente y el ecosistema derivado del incremento en las temperaturas a causa de los gases de efecto invernadero.
De acuerdo con el IPCC, la interacción humana es la responsable de que las temperaturas estén elevándose y propiamente por el impacto de las emisiones de los gases de efecto invernadero que han provocado un calentamiento del planeta en un 1.1 grados centígrados desde el período de 1850 a 1900 hasta la actualidad.
Se trata de una etapa que tendería a correlacionarse con la Segunda Revolución Industrial en la que justo se dio vida a muchos de los grandes inventos que, en definitiva, marcarían el siglo XX y la posteridad: la invención de la bombilla eléctrica (1878); la aparición de la bicicleta que facilitó el uso de las ruedas (1880); surgieron los primeros vehículos de gasolina (1885) además se empezaron a utilizar materiales como el aluminio, acero, zinc, níquel, manganeso, cobre y cromo.
En 1867 se experimentó con la dinamita, en 1895 la marca Peugeot fabricó el primer vehículo con neumáticos y para los primeros inicios de 1900, los hermanos Wright inventaron el aeroplano. Fue un período, en el que, la electricidad y el petróleo, marcaron el devenir de la prosperidad del mundo.
Así emergió la Tercera Revolución Industrial y a mediados de la década de 1960, la expansión de la clase media aceleró en buena parte de los países aumentando la demanda por diversos bienes sobre todo automóviles.
Las fábricas, las industrias y los vehículos, marcaron el signo de los nuevos tiempos, pero dicho auge, trajo consigo otros problemas que, para la década de 1970 empezaron a llamar la atención de diversos investigadores y asesores gubernamentales y de varios organismos internacionales: la contaminación industrial ha marcado el devenir de nuestra sociedad y el impacto es irreversible.