Por la Espiral
Claudia Luna Palencia
No solo hay un cambio generacional que se aprecia en el predominio de la tecnologĆa en la Era de la InformaciĆ³n; una transformaciĆ³n en los patrones de consumo y en la forma en como se interrelaciona cierto estrato amplio de la sociedad. Desde luego hay una ideologĆa que va abriĆ©ndose camino y empieza a pasar factura polĆtica en las elecciones.
La generaciĆ³n de los Baby Boomers sigue acudiendo a las urnas para votar (a pesar de su avanzada edad) y no solo en las calles, sino fundamentalmente en las elecciones, en su momento hicieron valer su voto para impulsar los cambios que su generaciĆ³n demandaba.
Luego llegĆ³ la generaciĆ³n X a la que yo pertenezco. Esta es la generaciĆ³n del desencanto polĆtico, cada vez que falla la economĆa y empeoran las expectativas muchas personas de esta generaciĆ³n se han quedado en casa cuando hay votaciones. Muestran su desafecciĆ³n polĆtica, absteniĆ©ndose.
Las personas de esta generaciĆ³n trabajan el doble que sus padres y viven peor que sus abuelos; sin embargo, han tratado con terciopelo a los millennials, casi no exigiĆ©ndoles nada y dĆ”ndoles mucho en su proceso de crianza.
Y encima los han empoderado con la tecnologĆa. Recientemente leĆ un artĆculo que decĆa que serĆ”n los millennials la generaciĆ³n mĆ”s rica de la Historia: heredarĆ”n todos los bienes de sus abuelos, los Baby Boomers y todo lo que hayan acumulado en activos sus padres de la generaciĆ³n X.
Los milĆ©nicos no han estado exentos de crĆticas en muchos paĆses sobre todo por su capacidad de dejar un empleo y mudarse a otro sin chistar; por esa enorme movilidad y porque, quieren dinero fĆ”cil. Esto es con mucho menos esfuerzo que sus abuelos y sus padres.
Sin embargo, esta cohorte se ha convertido en un gran impulsor de cambios sociales; muchas de las mas avanzadas legislaciones de nuestro tiempo son producto precisamente de la enorme presiĆ³n social (y polĆtica) que representan los millennials. Ellos, a diferencia de sus padres, sĆ quieren ir a votar.
Como sucede con la generaciĆ³n Z, con esos jĆ³venes primerizos que han alcanzado en aƱos recientes la mayorĆa de edad, y estĆ”n Ć”vidos de ir a votar; de dejar caer la papeleta en la urna con un nivel de responsabilidad importante.
Pero los gustos electorales de milĆ©nicos y de la generaciĆ³n Z distan mucho del centro y de esa Ć³rbita que durante dĆ©cadas ha funcionado en la democracia de varios paĆses en los que el bipartidismo viene siendo el eje fundacional.
Por eso estamos viendo cĆ³mo, ha medida que pasa el tiempo y los Baby Boomers van muriendo y empiezan a desaparecer; y en la generaciĆ³n X, cada vez mĆ”s gente no va a votar, los milĆ©nicos y la generaciĆ³n Z toman su papel dinamizador en las democracias. Y lo estĆ”n haciendo para escorarse hacia los extremos.
Observo un lapsus que quizĆ” sea culpa de una deficiente educaciĆ³n en Historia fruto de tanto manoseo que hay (en todos los paĆses) en los libros de texto y de su contenido. Ya poco se profundiza en los valores democrĆ”ticos; en el desastre de las dictaduras; en los riesgos del nacionalsocialismo; de los populismosā¦ en los riesgos de sentirse identificado y seducido mĆ”s por una figura que por un partido polĆtico y su ideologĆa.
A COLACIĆN
Los extremos van abriĆ©ndose paso polĆtico y eso tendrĆa que llevarnos a reflexionar como sociedad, el futuro que les aguarda a las generaciones que estĆ”n propulsando estos cambios y que terminarĆ”n siendo las dominantes; sobre todo la de los milĆ©nicos porque las demĆ”s generaciones estĆ”n sufriendo la caĆda de la natalidad.
En Europa, en cada proceso polĆtico, la ultraderecha va ganando cada vez mĆ”s espacio y no es precisamente para saltar de alegrĆa. Los jĆ³venes creen que buena parte de los problemas actuales vienen importados: los traen los migrantes y la apertura econĆ³mica y comercial y tampoco se distancian de esta nociĆ³n los votantes de la ultraizquierda. Al final los polos opuestos siempre terminan atrayĆ©ndose en diversos campos; ya hay quien habla de la ultraderecha edulcorada, con menos sĆmbolos y menos estrafalaria y con un contenido disfrazado de piel de cordero, aunque al final siempre lleva al mismo sendero: la polĆtica del odio. La pĆ©rdida de la centralidad definitivamente no beneficia a la salud de las democracias en el siglo XXI.