Bajo torres de alta tensión y sin una cerca que delimite el espacio escolar, más de 400 estudiantes de la Preparatoria 346 de Toluca enfrentan diariamente un entorno desolador y lleno de carencias.
Los jóvenes se ven obligados a estudiar en salones en obra negra, cubiertos por láminas sin ventanas, lo que provoca que durante la temporada de lluvias se inunden, afectando las actividades escolares. Además, los salones están apenas delimitados por tablaroca y en muchos solo funciona un foco, obligando a los estudiantes a trabajar entre la penumbra.
“Se te empieza a entumir la espalda y es incómodo estar de forma recta, pero nos tenemos que acostumbrar mientras nos den algo bien o bancas bien”, comenta Víctor Escobedo, uno de los estudiantes que, junto con sus compañeros, ha tenido que improvisar pupitres con sillas viejas de madera.
La precariedad se extiende también al tercer piso del edificio, que aún está sin terminar, con espacios provisionales que generan incertidumbre en la seguridad de los alumnos. “A veces corremos peligro”, lamenta María del Carmen Conde, otra estudiante de la institución.
A pesar de que la escuela obtuvo una clave de centro de trabajo hace más de una década, la falta de apoyo institucional ha sido una constante. Padres, alumnos y profesores han donado material para mantener a flote la escuela, con el objetivo de no interrumpir el proceso educativo. “Todo lo que ves aquí es donado”, afirma Joel Osorio, profesor de la preparatoria.
La Secretaría de Educación del Estado de México ha señalado que la escasez de recursos se debe a que la escuela es por una organización. Sin embargo, la resignación es evidente entre los estudiantes, quienes enfrentan cada día la fatiga de estudiar en condiciones tan precarias.