Por la Espiral
Claudia Luna Palencia
Se acaba el año y Trump está a la vuelta de la esquina. Él volverá a la escena internacional, a partir del próximo 20 de enero, y hasta los mercados financieros han amortizado su triunfo.
Lo votaron de forma arrolladora en Estados Unidos y sus decisiones de política interna recalarán en la ciudadanía norteamericana pero también tendrán un efecto boomerang en la política exterior sobre todo cuanto refiere a medidas proteccionistas en lo económico y en lo comercial; así como lo relacionado con aspectos migratorios.
Trump regresa con más edad (será el presidente más anciano que haya gobernado a la Unión Americana) y lo hace además en un mundo más complicado y con multitud de aristas en geopolítica que han reventado o bien que están al borde de hacerlo.
Su naturaleza no es pacificadora al contrario es problemática. Le gusta romper esquemas y moldes e ir en contra de la corriente desde su pensamiento de extrema derecha en el que no disimula que el autoritarismo y el poder omnímodo le atraen tanto como al propio Putin en Rusia.
El primer año de su gobierno ya se antoja complicado. Trump tiene cuatro años para llevar a cabo todo lo que él cree que debe cambiarse dentro del establishment norteamericano pero también del mundial.
Lo primero que ha prometido tiene que ver con detener la guerra en Ucrania. Precisamente, Keith Kellogg, teniente general retirado de las fuerzas armadas norteamericanas es el enviado especial para Ucrania y para Rusia.
Kellogg ya está en contacto con el mandatario ucranio, Volodímir Zelenski, muy interesado en saber, punto por punto, el plan de paz que pretende Trump para Ucrania y Rusia.
La cita que pretende Trump es reunirse en Suiza ya sea, en febrero o en marzo, con Zelenski y con Putin. Quiere la foto para la Historia de un alto el fuego que no garantiza ni la paz, ni que Putin, agreda en menos de dos años a los países Bálticos o a Moldavia o a la propia Georgia.
De aquí a que suceda esta reunión pueden pasar muchas cosas en un avispero global bastante agitado y turbio. Hay muchas fuerzas obrando porque Trump no imponga su plan de alto el fuego que pueda terminar perjudicando a los intereses ucranios.
¿Qué dirá Zelenski a sus compatriotas, si tres años después de la invasión, decide ceder el 30% de su territorio a los rusos para frenar la guerra? ¿De qué han servido estos largos meses de resistencia y todos los miles de muertos en combate más los indemnes civiles?
A veces creo que nunca llegará esa reunión. Sería un gran error histórico que Putin saliese de ese encuentro convocado por Trump, dueño de Donetsk, Lugansk, Zaporiyia, Jersón y de Crimea a la que se anexionó en 2014.
¿Qué actitud asumiría Trump, si luego Putin agrede a otro país independiente? ¿En verdad, alguien con formación militar como Kellogg no lo ve venir? ¿De qué sirven entonces todos los informes de inteligencia a los que el propio Trump ya tiene acceso?
Trump es un oligarca supremacista que representa delimitados intereses capitalistas a los que interesa afianzar su supervivencia y poder para las próximas generaciones.
La maquinaria de guerra en Estados Unidos es una industria muy poderosa y mientras el mundo tenga problemas y miedos se nutre de cientos de pedidos de armamentos. Es la gran fábrica de la muerte.
A COLACIÓN
Kellogg ya está en contacto con Zelenski pero no con Putin. Aunque el plan del dictador ruso es muy claro: quedarse con el territorio invadido; que Ucrania se convierta en territorio neutral, sin ejército, sin aspiraciones de entrar a la OTAN, ni a la Unión Europea.
¿Qué puede impedir la reunión en Suiza? Un atentado contra Trump. O bien la muerte de Zelenski porque se consume alguno de los intentos de asesinato ordenados por el Kremlin contra él. Pero tampoco Putin está muy seguro a pesar de las enormes medidas que lo rodean… hay muchísimo descontento en Rusia hay miles de familias llorando a sus hijos enviados a morir a una guerra que no deseaban ni buscaban.