Por la Espiral

Claudia Luna Palencia

Sin paz, no hay progreso

Aquí en Europa, la pregunta que los analistas ponen sobre de la mesa es, ¿por qué razón Hamás eligió este momento en el tiempo para llevar a cabo los peores atentados terroristas desde que Israel se formó como Estado el 14 de mayo de 1948?

          Acaso no esperaba Hamás una respuesta vengativa y aniquiladora por parte del gobierno de Israel ante tales aberraciones contra la población civil… la pregunta es quién está detrás de esta operación terrorista que puso a Medio Oriente y al mundo patas arriba  la madrugada del 7 de octubre que ya está grabada con letras de sangre en la Historia.  

          Medio Oriente no volverá a ser igual tras los acontecimientos en Gaza, pero tampoco habrá una paz duradera para Israel ni en este siglo, ni en ningún otro: la ocupación del territorio de Palestina avalada por Reino Unido, Estados Unidos y luego por la ONU, desde 1947, hasta que se declaró la creación del Estado judío un año después descansa sobre del basamento de la ignominia, la usurpación y la ocupación. Israel será por siempre un territorio maldito como  ha sido ya en el pasado:  un sitio de disputa constantemente teñido de rojo. ¿Quién sale beneficiado de la actual debacle? Desde luego no Hamás, no los palestinos de Gaza arrastrados a un suicidio colectivo; lo  han perdido todo no solo lo material, también a sus seres queridos y la esperanza. 

          Si bien las ejecuciones, al estilo del ISIS, que llevaron a cabo en sus actos terroristas del 7 de octubre y los secuestros y violaciones de adolescentes y jóvenes, a lo Boko Haram, desnudan una profunda radicalización experimentada por una serie de jóvenes palestinos que decidieron abrir la puerta del infierno y no sabemos si por voluntad propia o bien, porque hay un cerebro detrás, bastante  intencionado en reventar cualquier atisbo de paz en Medio Oriente.

          Con los Acuerdos de Abraham, Israel empezó una campaña de restablecimiento de relaciones para mejorar su vecindad: así estableció relaciones diplomáticas con Emiratos Árabes, Baréin, Sudán y Marruecos. También con Turquía, en agosto de 2022, aunque ya el  presidente turco, Recep Tayipp Erdogan,  ha condenado reiteradamente la masacre de civiles cometida por los soldados israelitas.

          Israel, con la mediación de Estados Unidos, venía  negociando la puesta en marcha  de las relaciones diplomáticas, económicas y comerciales con Arabia Saudita. Las pláticas estaban muy avanzadas, cabe mencionar que tanto Israel, como Arabia Saudita e Irán, se disputan el control de Medio Oriente.

          Todo lo acontecido beneficia a Irán (de mayoría chiíta) enemigo tradicional  de Israel, que a pesar de renovar sus relaciones con Arabia Saudita (de mayoría suní), tras la mediación de China, no vería con buenos ojos una alianza Arabia Saudita e Israel.

          Pero sobre todo, los hechos al que más benefician es a un debilitado Benjamín Netanyahu: seis veces ha gobernado Israel, su gobierno se tambaleaba  en medio de sendas críticas por sus escándalos de corrupción y una polémica reforma judicial auspiciada por él.

          Tras los atentados Netanyahu logró formar un gobierno de coalición de ultraderecha, de ala dura, con muchos de los opositores más férreos que lo apoyan en un gabinete de guerra; obtuvo además el soporte de buena parte de las potencias occidentales y tomó  Gaza en un momento clave para un Netanyahu que siempre ha favorecido la extensión de la ocupación israelí y la extensión de las colonias de judíos en áreas que deberían ser para los palestinos.

          Que se abra un nuevo frente de guerra no es de ninguna manera una buena noticia para el mundo que ya vive en vilo el proceso de invasión de las tropas rusas a Ucrania y que concita el temor de los europeos de terminar siendo invadidos por Putin. Otro frente, en Medio Oriente, es la peor noticia para la paz.

A COLACIÓN

          El mercado de los energéticos es siempre un catalizador de la volatilidad internacional, prácticamente todo les afecta; es de esos commodities de alta sensibilidad no solo a cambios en la oferta y en la demanda también a una serie de shocks derivados del propio entorno geoestratégico y geoeconómico. Un conflicto bélico en Medio Oriente es, sin duda, una mala noticia para los energéticos.

          Para el Banco Mundial, lo que más inquieta tiene que ver con la duración del conflicto y la escalada que éste puede tener en una región que es ya de por sí avispero de problemas desde hace décadas y de vecindades difíciles y llenas de rivalidades.

          De acuerdo con el informe sobre las Perspectivas de los Mercados de Productos Básicos elaborado por los expertos de dicho organismo, si bien no se tienen las mismas condiciones que las imperantes en 1970 en Medio Oriente, las perturbaciones actuales podrían empujar a los mercados mundiales de materias primas “hacia aguas desconocidas”.

          En las peores circunstancias, si  el conflicto Israel versus Hamás termina involucrando a otros actores regionales como Irán, cabría la posibilidad de que sucediera “una asfixia” en el suministro de  petróleo hasta en 8 millones de barriles diarios; dice el Banco Mundial que esto llevaría al Brent a oscilar entre los 140 y 157 dólares.

          La gran interrogante actual, ante  la agresiva respuesta bélica de Israel sobre de los civiles palestinos de la Franja de Gaza, tiene que ver con la postura que finalmente adoptará Arabia Saudita que es el principal productor de petróleo en el mundo. Ya veremos si finalmente decide otro recorte en su producción de hidrocarburos lo que implica más malas noticias, porque sin paz no hay progreso posible.

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