A lo lejos, el color naranja brilla entre las calles del centro de San Mateo Atenco, Estado de México.
Es un motocicleta italika adaptada, con una cabina para resguardarse del sol y un remolque que transporta más de 20 sabores de aguas frescas y raspados.
Pero no es solo un vehículo: es parte de las herramientas principales del negocio familiar que se mueve al ritmo de bocinas y un claxon que avisa su llegada.
(Colocar imagen de niño tocando el claxon)
Dejando atrás las carretillas y los triciclos, esta familia encontró la forma de llegar a más clientes.
Adaptaron la parte trasera como un remolque fresco, donde las bebidas se mantienen listas para el consumo. Además, pensaron en la comodidad de sus clientes: quienes los visitan pueden resguardarse bajo la sombra de la cabina mientras disfrutan sus productos.
Diariamente, recorren las calles del centro. La moto no solo les ha dado una presencia llamativa, sino también una solución económica y segura para moverse.
El peculiar motocarro no solo vende, también cuenta historias. Su andar por las calles de San Mateo Atenco se ha vuelto parte del paisaje urbano, ofreciendo un respiro fresco con cada vaso de agua o raspado que entrega.
Sin duda, para esta familia, la creatividad se convirtió en motor, y el motor, en su forma de vida.