Por la Espiral
Claudia Luna Palencia
Hay una labor real que quizá el ciudadano de a pie no perciba pero sí hay un fuerte movimiento global auspiciado no solo por diversos gobiernos y organismos, también por la iniciativa privada, que busca acelerar la transición energética y coadyuvar con el uso sostenible de todas las formas de energía renovable: desde la bioenergía, la energía geotérmica; así como, la energía hidroeléctrica, la energía oceánica, solar y eólica.
Precisamente, ha sido la invasión de Rusia a Ucrania el 24 de febrero de 2022, lo que ha constituido un parteaguas para acelerar los mecanismos de descarbonización y de uso de las energías fósiles.
Aquí en Europa este hecho histórico es visto como el inicio del fin de los energéticos fósiles luego de que la guerra dejó en evidencia la vulnerabilidad de los europeos hacia el consumo energético del petróleo y del gas ruso. Quizá no acontezca inmediatamente, pero el mapa de las energías fósiles, será muy distinto para el final de este siglo.
No solo es el impacto ambiental y la mitigación de los efectos nocivos del cambio climático, el panel de asesores de la Agencia Internacional de Energías Renovables (AIER) recuerda que muchos aspectos de la vida cotidiana resienten las repercusiones derivadas de la sensibilidad geopolítica y geoeconómica que caracteriza a la industria energética global.
La intención es clara: acelerar las tecnologías renovables eficientes y descentralizadas y crear un sistema menos propenso a los shocks del mercado y mejorar la resiliencia y la seguridad energética a través de la diversidad de opciones de suministro.
Contribuir al cambio, para favorecer las transiciones energéticas tendrá además un efecto positivo ante el cambio climático, puntualiza Arantza Hernanz Martin, directora de Educación y Conocimiento de la Fundación Repsol.
Hernanz Martin participó en el foro Retos y oportunidades de la transición energética para las smart cities y estuvo acompañada por otros directivos de empresas ligadas con el tema de la energía.
En dicho foro al que asistí, la experta recordó el grave problema actual: “El dióxido de carbono que se emite se acumula y el planeta no es capaz de eliminarlo, por tanto hay un enorme efecto negativo. A finales del año pasado, Naciones Unidas, advirtió del calentamiento global y de sus consecuencias. Lo vemos en España, en 2023, la temperatura media superó en 1.48 grados centígrados la media de la era preindustrial y quedan muchos años para llegar al 2100”.
Hernanz Martin puso de manifiesto que las emisiones no sólo no se reducen, sino que siguen subiendo: “Hay que tocar todas las palancas para avanzar en la descarbonización y la economía circular va a ser una de ellas. No hay industria que no se vaya a descarbonizar sin la economía circular”.
La directiva puso énfasis en dos factores que actúan también sobre del cambio climático como son el crecimiento de la población y el crecimiento económico.
“Tenemos un crecimiento de la población imparable: a mediados del siglo pasado, en 1950, había 2 mil 500 millones de personas viviendo en la tierra; y en 2023, se terminó con 8 mil 043 millones de personas. La población consume energía frente al crecimiento de la población no podemos hacer nada”, puntualizó.
Sin embargo, Hernanz Martin, reconoció que sí hay factores potenciales en los que se puede incidir: “La eficiencia energética reduce emisiones; la reducción de la energía puede lograrse si se camba la forma de producir y se puede potenciar la sostenibilidad en la medida que se tengan más energías descarbonizadas”.
A COLACIÓN
La Agencia Internacional de Energías Renovables describe la transición energética como un camino hacia la transformación del sector energético mundial que reconvierte un modelo basado en combustibles fósiles a una economía con cero emisiones.
Con el fin de acelerar la transición y alcanzar un nivel de descarbonización suficiente para limitar el calentamiento global, se deben adoptar iniciativas de transición energética sostenible a escala planetaria. Este organismo estima que, si se aplican correctamente, estos esfuerzos podrían alcanzarse potencialmente el 90% de las reducciones de carbono requeridas.
Las fuentes de energía limpia incluyen fuentes renovables que provienen de un suministro limpio e inagotable y fuentes neutras en carbono que pueden o no ser renovables, pero producen cero emisiones de carbono.
Sin embargo, en Europa, la transición hacia fuentes de energía neutras en carbono se está acelerando. En 2020, el 66% de la electricidad utilizada en todo el continente provino de fuentes limpias y renovables, como la eólica, la solar, la hidroeléctrica y la nuclear. Para 2030, estas fuentes podrían cubrir hasta el 80% de la mezcla y la energía hidroeléctrica de bombeo representa el 94% de la capacidad de almacenamiento de electricidad de Europa.