Por la Espiral
Claudia Luna Palencia
Hace 67 aƱos que fue signado el Tratado de Roma, el embriĆ³n que darĆa paso a lo que hoy conocemos como la UniĆ³n Europea (UE) y que aglutina a un conglomerado de 440 millones de habitantes. SurgiĆ³ como una necesidad de mantener a una Europa cohesionada y en paz.
Y aunque nunca ha dejado atrĆ”s del todo los rancios nacionalismos (e ideologĆas separatistas) los Ćŗltimos aƱos han sido especialmente difĆciles porque el Estado de Bienestar prometido va desmontĆ”ndose ladrillo por ladrillo y ya no basta con ser un mercado tan grande y con tener tantas facilidades arancelarias y de movimiento entre las personas si los salarios son tan precarios y los trabajos tan inestables.
De lo mismo que se queja un trabajador en EspaƱa es exactamente de lo mismo que denuncia uno en Italia y que otro trabajador en Alemania. Ese descontento lleva tiempo traduciĆ©ndose, ademĆ”s, en una pĆ©rdida de competitividad y de productividad que, al final, impacta en el mercado y en la competencia. Que 1.3 millones de personas falten a su trabajo cada dĆa en EspaƱa son ausencias que estĆ”n dejando un negativo impacto econĆ³mico y que Volkswagen, la otrora columna vertebral del sector automotriz alemĆ”n, pretenda cerrar fĆ”bricas en Alemania tampoco es para dejarlo pasar sin analizar porquĆ© el gobierno del canciller Olaf Scholz estĆ” a punto de caer.
Nunca nadie nos dijo que esta Era serĆa fĆ”cil (ni tampoco nos asegurĆ³ que serĆa pacĆfica) la realidad es que los ciclos histĆ³ricos de transiciones econĆ³micas de un estado a otro, de un modo de producciĆ³n a otro, no han sido ni fĆ”ciles, ni pacĆficos.
A esta madura UE le toca atravesar la Cuarta RevoluciĆ³n Industrial con todos los estragos que va dejando a su paso como la desapariciĆ³n de sectores y de actividades productivas; y el desplazamiento de la mano de obra alguna inclusive queda definitivamente fuera del mercado. Y, eso tiene, sus connotaciones socioeconĆ³micas y, por supuesto, impacta en la psique-polĆtica de las personas a la hora de elegir un candidato y votar por Ć©l.
Hay una maravillosa pelĆcula de Bernardo Bertolucci, titulada āNovecentoā, que retrata el impacto de la Primera RevoluciĆ³n Industrial en Italia con la introducciĆ³n de las primeras mĆ”quinas en el campo y que terminaron desplazando a cientos de jornaleros que quedaron a merced de la miseria y el desempleo. Ese perĆodo marcĆ³ ademĆ”s el final del feudalismo italiano y dio paso a sendos movimientos sociales y polĆticos: entre los campesinos esa resistencia motivĆ³ que el comunismo fuese su Ćŗltima guarida bajo la proclama del campo para los campesinos mientras los nuevos capitalistas, en defensa de sus propiedades y derechos mercantiles, se cobijaron bajo ideologĆas extremistas y asĆ emergiĆ³ el fascismo y sus camisas negras. La guerra estarĆa a la vuelta de la esquina unas cuantas dĆ©cadas despuĆ©s.
A COLACIĆN
La Europa actual estĆ” sumida en esa vorĆ”gine de cambios, transformaciones, muerte de lo viejo y surgimiento de lo nuevoā¦ pero no todos son capaces de subirse a esa locomotora digital. Y, encima, este gran elefante blanco llamado UE lleva largos aƱos perdiendo productividad y competitividad y siendo devorado por China.
El termĆ³metro social lo dice todo de este momento: a los jĆ³venes les falta un buen trabajo que sea estable, bien remunerado y acceso a una vivienda digna; a los adultos despuĆ©s de los 55 aƱos, un trabajo (el que sea) y una pensiĆ³n que no implique vivir una vejez precaria. ĀæAlguien los escucha? NO. La respuesta en la UE no es la de proveer mecanismos para aprovechar ese cĆŗmulo de mano de obra, de inteligencia, de capacitaciĆ³n y de ganas de trabajar.
La respuesta que se da viene en forma de ayudas, subsidios y paguitas tapaparches que han ido creando una generaciĆ³n de zĆ”nganos improductivos. En la UE, no se trabaja, se va a servicios sociales a pedir una ayuda. La ministra de Trabajo en EspaƱa estĆ” mĆ”s ocupada en ver cĆ³mo los trabajadores laboran menos dĆas, sin perder ni un solo cĆ©ntimo de ingresos, que en mirar los indicadores sobre la competitividad y productividad.
AsĆ va creĆ”ndose una masa de trabajadores precarios, de todas las edades, cuyo descontento, ira, frustraciĆ³n y hasta odio por los polĆticos que los gobiernan, termina por radicalizarlos. Si en Italia, surgiĆ³ el fascismo como respuesta el siglo pasado, en esta convulsa UE, lo que germina como flores de girasol en primavera son los populismos radicales.
Ahora mismo hay un choque fortĆsimo entre los populismos de ultraizquierda y los de ultraderecha que en unas dĆ©cadas podrĆa terminar destruyendo a la UE y desatando otra guerra.
Por eso es que, la vuelta de Trump a la Casa Blanca, es la peor noticia para la UE. Han pasado 72 horas de su victoria y la ultraderecha europea se prepara para hacerse mƔs fuerte porque el discurso trumpista la envalentona.
Y va a nutrirse de esa gente que lo estĆ” pasando mal; del que no llega a fin de mes; del que trabaja en dos turnos y no le alcanza para pagar un alquiler de una vivienda y debe resignarse con alquilar una habitaciĆ³n; del joven que tiene una mejor preparaciĆ³n acadĆ©mica que sus abuelos y que sus padres y que, sin embargo, vive peor, que todos ellos.
Ayer, el presidente de Francia, Emmanuel Macron, dio un sentido discurso ante los lĆderes europeos llamĆ”ndoles a que la UE tome las riendas de su destino en sus manos sin depender de Estados Unidos o de China y de asumir un rol geopolĆtico. HablĆ³ sĆ de defensa y de seguridad, pero no hablĆ³ de economĆa, no de productividad, no de competitividad, no de aprovechar a esa gente formada en las universidades que ante la situaciĆ³n del mercado laboral deben resignarse con trabajar como camareros. No hablĆ³ de pagarle mejor a la gente, ni de que puedan vivir una vida plenaā¦ la gente con hambre, con miedo y con incertidumbre termina vendiĆ©ndole su alma al Diablo y Macron solo habla de seguridad y defensa.